En esta ocasión, nos enfrentamos a un jardín que había sido completamente absorbido por la exuberante vegetación. El estado inicial del jardín guió nuestra estrategia: controlar el crecimiento vegetal. Decidimos crear dos jardineras perimetrales para proporcionar suficiente espacio a las plantas sin invadir la zona de estar. Optamos por un pavimento tradicional en forma de espiga, una decisión clave que permitió mantener la idea de un jardín vivo y en constante evolución a lo largo del tiempo.

​

El resultado final fue un jardín encantador, con una disposición en dos alturas que facilita su uso diferenciado, ideal para albergar una amplia gama de actividades durante los períodos de buen clima.