Como es habitual en las viviendas madrileñas de los años 40, la distribución original con la que nos encontramos, pasaba por tener la entrada en la zona más privativa, únicamente iluminada por patios de manzana. Desde esta, un largo pasillo dotaba de paso a dormitorios, cocina y baños, hasta  llegar a la fachada principal, con una maravillosa orientación, pero totalmente desperdiciada debido a la compartimentación del espacio.

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La intención de la reforma de la vivienda, tuvo por objetivo generar una entrada dinámica hasta el espacio principal, mediante pequeños giros y juegos en los niveles de los techos del pasillo principal, haciendo angosto el último tramo del mismo para a continuación abrirse en un único gran espacio bañado por la luz de la orientación sur.